18 de junio de 2012

MEDIR SIN METRO: MÓDULOS DE MEDIDA EN EL QUIJOTE

Portada del Libro Medir sin Metro. Módulos de medida en El Quijote. (Ed. Enero 2006)

         ¿Cómo se medía y qué unidades se empleaban a comienzos del siglo XVII?: pues con los recursos propios del cuerpo humano, empleando como módulo las extremidades –brazos, manos y pies, incluso pasos– que el hombre siempre tiene a su disposición para definir o comparar. Era un sistema antropométrico cuyas unidades, al menos desde el mundo romano, permitían determinar longitudes, pesos y capacidades, haciendo bueno, literalmente, el aforismo de Protágoras: “El hombre es la medida de todas las cosas”.
En efecto, esas sencillas medidas, de directa referencia a las del cuerpo humano, sirvieron eficazmente ya en los tiempos del imperio romano y su aplicación, con un entramado de equivalencias basado en doble o triple pero interpretados en cada lugar y época, se mantuvieron en el continente europeo hasta la implantación del revolucionario Sistema Métrico Decimal. El metro, el kilo y el litro, resultado del Racionalismo y la Ilustración francesas, fueron declarados medidas oficiales obligadas por ley en la mayor parte de la Europa del siglo XIX; también en la España de Isabel II los establece la Ley de Pesas y Medidas, promulgada el 19 de julio de 1849.
Esta obligatoriedad vino a poner orden y a homologar un entramado de medidas y de equivalencias susceptibles de interpretaciones subjetivas, precisamente por su módulo humano. Por eso no extraña la profusa sucesión de normas que han intentado regular las medidas, en todo tiempo, decidiendo en cada momento cuál era la relación obligada por ley; y tampoco extraña el fracaso sistemático que lleva a promulgarlas sin cesar. En la vida real, cotidiana, queda compensado por la costumbre y el uso consolidado que logra hacerse entender sin necesidad de definir lo que se supone claro “por naturaleza”.
Sin ir más lejos, los antecedentes medievales de las medidas en Castilla recuerdan que el rey Alfonso X, a mediados del siglo XIII, quiso unificar legalmente las medidas dispersas heredadas del mundo tardorromano en sus Partidas con una definición objetiva, para facilitar todo tipo de acuerdos y relaciones sociales; y que también Alfonso XI, en 1348 quiso adaptar lo prescrito por su antepasado. También Juan II, en las cortes de Madrid de 1435 dictó una ley para uniformar pesas y medidas, y en las cortes de Madrigal de las Altas Torres en 1438 y en las de Toledo de 1462 unificó como medida de capacidad para áridos el Pote de Ávila. Y sería prolijo enumerar la acción de los Reyes Católicos y sucesores en este campo.
El último intento serio nacional de unificación, antes de la “universal”, fue el del rey Carlos IV quien en 1801 señaló los patrones a los que deberían ajustarse las medidas y pesos: la vara de Burgos, el “pote de Ávila” –media fanega– y la cántara o arroba de Toledo, cuyos módulos físicos se custodiaban en dichas ciudades. A pesar de todo, nose logró la deseada uniformidad porque Valencia, Aragón y Cataluña, mantuvieron sus peculiaridades.




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